FERNANDO, ASALTADOR DEL COSMOS

FERNANDO, ASALTADOR DEL COSMOS

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Hemos recibido la noticia de la muerte del intellectual cubano Fernando Martinez Heredia. La redacion de Global Rights expresa su dolor para esa perdida.

Fernando Heredia habia publicado en Global Rights Magazine.

Con cariño y con con ese articulo de Felix Julio Alfonso Lopez lo queremos recordar.

 

Conocí la obra de Fernando Martínez Heredia, como la mayoría de los jóvenes de mi generación, cuando inicié mis estudios de historia en la Universidad de La Habana, en la procelosa década de 1990. Todavía conservo, marchitadas por el tiempo, las dos modestas plaquettes que me introdujeron en su lectura. Una se titula “Socialismo, cultura y revolución”, y recoge un par de ensayos fechados entre noviembre de 1989  y julio de 1990. La otra  lleva el rótulo de “Cuba en los noventa. Realidades, proyectos, alternativas”, y fue terminada en enero de 1991.  Por razones de edad—nací en 1972— en ese momento yo desconocía su obra como profesor en el  mítico Departamento de Filosofía y no había leído ningún número de la importante revista Pensamiento crítico, pero debo confesar que, apenas empecé a leer, me sentí deslumbrado por sus ideas: limpias, profundas, sugerentes y audaces. Y sobre todo, emancipadoras.

Esa primera impresión que tuve de la obra de Fernando, se produjo cuando  los paradigmas del socialismo europeo perdían todo su prestigio y se entregaban al capitalismo más desaforado, y significaron una corriente de optimismo y afirmación de hondas convicciones personales, en medio de la crisis profunda que comenzaba en Cuba. En ambos textos, y en otros trabajos suyos que leería después, sostenía las tesis, que atraviesan su obra, de que el socialismo implica sobre todas las cosas un cambio cultural en las personas, que su lucha en el terreno cultural es también política, que es una opción hija de la voluntad y de la acción y no “la consecuencia feliz de la evolución progresiva de la humanidad”, y además, entre un manojo de ideas muy valiosas para la transición socialista, nos recordaba que el “socialismo tiene que pensar su actuación y su proyecto”.

A partir de entonces, me convertí en lector devoto de todo lo que Fernando escribía, tanto sobre Cuba como sobre América Latina, en la que era un verdadero especialista.  Entre las muchas cosas que le debo  está su estímulo a leer autores latinoamericanos de calibre intelectual, como el sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini y el historiador peruano Alberto Flores Galindo, y también me instó a conocer los valiosos aportes a la comprensión de la cultura e historia cubana realizados por Raúl Cepero Bonilla, Ramón de Armas y Manuel Moreno Fraginals. Apenas recién graduado me invitó a hablar en una mesa junto a él sobre la figura de Mella, a quien tanto admiraba, y hace  pocos años volvimos a coincidir en el mismo lugar, conmemorando el medio siglo de la publicación de El Ingenio, una de sus obras históricas favoritas.

Era verdaderamente impresionante la erudición y la cultura de Fernando. Sus vastas lecturas, inteligentes y penetrantes, eran  una búsqueda permanente de aquellas aristas que podían ser más provocadoras, originales y útiles para el conocimiento verdadero. Y sus razonamientos invariablemente tenían lugar desde una óptica marxista, crítica, radical y descolonizadora. Su palabra subversiva incomodaba por igual a los socialistas reformistas y a los neoliberales hipócritas. Y estuvo siempre con los pobres de la tierra.

Como conferencista era imposible no ser seducido por su peculiar  estilo de articular conocimientos muy profundos de las ciencias sociales con las reflexiones auténticas del pueblo. Sabio verdadero, era capaz de aunar saberes muy diversos de filosofía, economía, política, historia, sociología, antropología, demografía, sicología, literatura, artes visuales, música, etc., conjugarlos con pasión y ofrecerlos finamente. Recuerdo con agrado sus cursos sobre la República burguesa neocolonial en el Marinello, y su formidable conceptualización de aquel periodo histórico utilizando las categorías gramscianas, que conocía y dominaba como pocos. A redescubrir y divulgar la obra de Antonio Gramsci en Cuba, dedicó los trabajos y los días de una cátedra que lleva su nombre, y muchos estudios valiosos.

Otro tanto hizo en hermosos y lúcidos ensayos dedicados a honrar las figuras de Carlos Marx, Máximo Gómez, José Martí, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras, Raúl Roa, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro. De hecho, fueron las revoluciones cubanas de los siglos XIX y XX los hechos históricos que estudió  con mayor acuciosidad, en particular la gesta independentista de 1895 y la revolución de los años 30, dos de las etapas de nuestro pasado a las que mejores empeños intelectuales dedicó, legándonos un puñado de lecciones indispensables para lograr un acercamiento cabal a dichos procesos.

En los últimos años pudimos disfrutar y aprender más de su prosa, beligerante, atrayente y en no pocas ocasiones poética, gracias a la aparición de un corpus de ensayos, artículos y entrevistas recogidas en los volúmenes El corrimiento hacia el rojo (2001), El ejercicio de pensar (2008), Andando en la historia (2009), Si breve (2010), A viva voz (2010) y Sociedad y política en América Latina (2011). Más de una vez he vuelto a estudiar sus textos, que he utilizado prolijamente en artículos, conferencias y clases, y sigo sintiendo la misma emoción de cuando los leí por primera vez.

Ahora pido perdón por la vanidad de mencionar algunas de las dedicatorias que conservo de él, invariablemente cálidas y generosas. En  mi ejemplar del ensayo consagrado a El Che y el socialismo puso “Para FJA, que mantiene y hace crecer tanto mi confianza en la capacidad y la vocación de los cubanos para el conocimiento y la liberación. Hermano tuyo, pese a tu crueldad”; en la edición de En el horno de los 90, me dice “Villareño ilustre, conscientes tú y yo de los deberes que tenemos” y en la que quizás mejor lo retrata, estampó esta frase en mi copia de El corrimiento hacia el rojo: “Para FJA, que comparte  conmigo y con muchos la tendencia a asaltar el cosmos”.

Así lo recuerdo, rebelde y justiciero, culto y alegre, rodeado de jóvenes discípulos, como a él le gustaba decir, dispuesto siempre a  trascender los límites de lo posible.

12 de junio de 2017.



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